Una concesión a la decadencia en años de democracia.

lunes, 1 de marzo de 2010


Por Pablo Javier

Allende en su palacio.
Napoleón en la isla de Elba.
El Conde de Montecristo en su celda.
Neruda en una pocilga de Parral.
Hemingway en una habitación de hotel en Pamplona.
Lautrec en una buhardilla de Montmartre.
Lennon en un ático de los apartamentos Dakota.
Hitchcock en el fotograma cientodieciséis.
Van Gogh en su habitación de sillas de cáñamo.
Y Salvador Dalí en un pueblo de pescadores.
Cleopatra frente a un orgasmo en una de sus pirámides.
Joaquín Sabina en una casa ocupada de Londres.
Marlon Brando en una isla del Pacífico.
Ernesto Guevara en una selva de Bolívia.
Don Marquez de Cuevas en una fiesta de suiticos pueblerinos.
Chejov con una copa de vino en una pensión alemana.
Goebbels en el ministerio de información y propaganda.
Augusto en la isla de la Thatcher.
Doña Gabriela Mistral en su despacho del consulado.
Engels en un sótano.
Un arma a kilómetros de un Judío.
Chaplin durante una función en Aldershot.
Ottis Redding en la sala de grabación los estudios de Stax en Memphis.
Harvey Oswald en un cine de Dallas.
Y luego El teniente Merino en los Andes chilenos.
Morrison en una bañera de París.
Macaulay Culkin a vísperas de noche buena.
Ilich Ulianov con los amotinados del submarino Aurora.
Y el desgraciado de Trotsky en una cantina de México.
Bill gates masturbándose frente a un procesador
Vargas Llosa en una charla poetica.
John Forbes Nash Jr. en un aula vacía.
Rasputin en un puente de Moscu.
El Tila en su celda de Colina.
Cash en un vaso de Jack Daniels.
Dean Moriarty en la carretera.
Frei Padre batallando contra las cupulas y su consciencia.
John Coltrane en una pensión de Nashville.
Michael Jackson en su cuna en Neverland.
Y Thomas Dylan en una camilla de Nueva York.

Las cosas más importantes de tu vida te van a pasar estando solo.