Una concesión a la decadencia en años de democracia.

jueves, 8 de abril de 2010

lunes, 1 de marzo de 2010


Por Pablo Javier

Allende en su palacio.
Napoleón en la isla de Elba.
El Conde de Montecristo en su celda.
Neruda en una pocilga de Parral.
Hemingway en una habitación de hotel en Pamplona.
Lautrec en una buhardilla de Montmartre.
Lennon en un ático de los apartamentos Dakota.
Hitchcock en el fotograma cientodieciséis.
Van Gogh en su habitación de sillas de cáñamo.
Y Salvador Dalí en un pueblo de pescadores.
Cleopatra frente a un orgasmo en una de sus pirámides.
Joaquín Sabina en una casa ocupada de Londres.
Marlon Brando en una isla del Pacífico.
Ernesto Guevara en una selva de Bolívia.
Don Marquez de Cuevas en una fiesta de suiticos pueblerinos.
Chejov con una copa de vino en una pensión alemana.
Goebbels en el ministerio de información y propaganda.
Augusto en la isla de la Thatcher.
Doña Gabriela Mistral en su despacho del consulado.
Engels en un sótano.
Un arma a kilómetros de un Judío.
Chaplin durante una función en Aldershot.
Ottis Redding en la sala de grabación los estudios de Stax en Memphis.
Harvey Oswald en un cine de Dallas.
Y luego El teniente Merino en los Andes chilenos.
Morrison en una bañera de París.
Macaulay Culkin a vísperas de noche buena.
Ilich Ulianov con los amotinados del submarino Aurora.
Y el desgraciado de Trotsky en una cantina de México.
Bill gates masturbándose frente a un procesador
Vargas Llosa en una charla poetica.
John Forbes Nash Jr. en un aula vacía.
Rasputin en un puente de Moscu.
El Tila en su celda de Colina.
Cash en un vaso de Jack Daniels.
Dean Moriarty en la carretera.
Frei Padre batallando contra las cupulas y su consciencia.
John Coltrane en una pensión de Nashville.
Michael Jackson en su cuna en Neverland.
Y Thomas Dylan en una camilla de Nueva York.

Las cosas más importantes de tu vida te van a pasar estando solo.

viernes, 12 de febrero de 2010

Insolación

By Pablo Javier

Estas encarnado en las sucias sabanas de tu cama de veraneo.
Es otro verano más, otro verano.
Miras el techo y piensas que deberías bañar tu cuerpo en rayos UV.
Por un momento la imaginas llegar a la pieza con una polera blanca
y sin mangas con la cara de un oso café resaltada por la forma de sus pechos

y abajo, calzones negros de buena lencería.
Se recuesta a tu lado, te sonríe, le sonríes.
Te besa la mejilla y acomoda su cabeza en tu torso desnudo
mientras trata de dormir pese al calor imperante en la casona cubierta de enormes piedras marinas.
Christiane te abraza como si llevara tu apellido
y genuinamente sonríe, la imagen te emociona.
Tiraste a la borda parejas, años y lagrimas por este sagrado instante.
Saltaste al vacio en cuanto hoyo encontraste
y cuando no los habían, tu los creabas con tal de mantener la férrea esperanza de acariciarla algún día.
Un golpeteo a la cortina de madera de la ventana despierta a tu mujer.
Es Luz,
te saluda con una sonrisa,
te dice que su novio la espera en el auto,
te pide que traigas a tu amada.
El auto es un convertible, azul miami, impecable.
Adentro espera su novio, el tipo que se graduó del lugar donde te rechazaron.
Te saluda con vehemencia, como si ya supiera tu historial,
mientras sus manos sostienen el volante.
A un par de cuadras tocará el grupo local que tanto seguiste.
De las pocas veces que haz que perdido la voz,
solo una la provoco una final de campeonato,
el resto se lo debes al grupo local que lleva tu onda.
La tarde es joven y la tarde es mía mientras trepo entre arándanos botados
en arenas con sensaciones térmicas de caribe.
Llegas al lugar de la tocata
y la gallada está dispersa en pequeños grupos amontonados en la arena.
Tomas a tu novia de la mano, bajas del auto, corres
y te pegas en las rejas blancas pegadas al escenario.
El concierto empieza, Luz se pierde y la gallada se aglomera hacia adelante.
Comienzan con la canción más emblemática del último tiempo,
canción que para ti se convierte en himno.
Saltas y gritas eufórico cada letra de la canción,
te conviertes en un energúmeno y así te mira la muchedumbre.
La canción termina
y enajenado liberas tu excitación con un grito interminable “uuuu-uuhh”.
Estas trastornado, completamente extasiado
y eso te gusta, lo vives, tu novia te mira con ojos maternales
y sonríe, te ama y tú la amas a ella,
desearía perderte nunca,
anhela que seas el padre de las criaturas que saldrán por su vientre.
Su sonrisa se eterniza en su rostro blanco e inmaculado y no te das cuenta.
Comienza la siguiente canción e indudablemente se te viene a la cabeza los momentos

en que caminabas en los alrededores de tu colegio
mientras pensabas en la mujer que nunca pudiste amar.
Que más da, eso ya pasó,
pataleaste,
lloraste,
recorriste, viviste
y aun así besas a la mujer de tus sueños.
Enloqueces,
saltas, empujas, zamarreas las rejas una y otra vez.
Los cavernícolas de terno y gafas te piden que no sigas con tu ritual,
tu los insultas, les sacas a la madre, al padre, al tío,
le recuerdas cuan mediocre es su profesión u oficio.
Te tiras para atrás y pateas las rejas sobre ellos. Sus enormes espaldas chocan con el escenario, parecen molestos
y tus sueños comienzas a ejecutarse.
Corres antes que te idioticen a palos.
Estás cagado de la risa
y la gallada de poleras sin mangas, boinas con onda y collares raftafari te miran con extrañeza, pero eso te da igual,
eres la poesía, la esencia que vale,
anarquista de la existencia vives cada instante como si fuera una guerra santa.
Te colocas al medio, lugar donde los guardias no podrán divisarte.
Continuas gritando cada canción como si el alma peregrina se fuera en tu voz.
Acomodas tu brazo izquierdo en los hombros de tu novia y viceversa,
y saltas hasta que el espectáculo termine.
No te echaste bloqueador, tu piel arde y produce un aroma que te agrada.
Las horas pasan sin que te percates y Christiane, embellecida como de costumbre sonríe,
tu cuerpo flota y tu sonrisa llega a doler.
El Quinteto deja de tocar, agradece al público por corear sus canciones,
se retiran del escenario y los técnicos desmontan los instrumentos.
Estas agotado, exhausto.
Solo quieres dejarte caer sobre tu viejo colchón veraniego y soñar hasta que las olas te despierten.
De la mano de tu novia te diriges a la carretera a un costado del balneario.
Luz te grita y te sonríe, dice que le gustó la tocata,
que escuchará sus discos y estará atenta a sus movimientos.
Te cagas de la risa,
como en el instante que un snob te dice lo genial que eres sin ser nadie.
Luz te cuenta que consiguió los auspiciadores que necesitaba,
está feliz “Pensaba decírtelo a solas”
Su novio, tres actores de multitienda,
amigos universitarios y demases trabajarán en la película.
Te invita a participar en ella, te dice que se realizara en Santiago y Paris apenas terminen las vacaciones
Tú sonríes, te dejas llevar.

No despegas la mirada del blanco desquebrajado
del techo que te cubre.

Solo… imagínenselo, no cuesta gran trabajo…